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Editorial
El mundo entero = ha vivido una serie de cambios muy significativos a partir de la década= de los ’70, en lo que algunos autores refieren como neoliberalismo (Duménil y Lévy, 2007; Harvey, 2007). No evaluaremos aqu&iacu= te; ese trastocamiento general de las sociedades, más bien queremos resa= ltar un cambio particular de afinidad temporal y valorativa: la afianzada gravitación académica de una sola escuela, la neoclási= ca.
La avanzada esta= ba preparada desde años antes, impulsada por la célebre sociedad= de Mont Perelin, a raíz de la convocatoria de Friedrich von Hayek (Udry, 1997). La crisis de la referida década funcionó como excusa perfecta para acusar al neokeynesianismo en boga de irresponsabilidad e incapacidad explicativa: recesión e inflación supuestamente causadas por una excesiva intervención estatal y el accionar de monopolios –como se entendió a la OPEP. Más allá= de la justicia de este argumento, sirvió como vara de azote para acompa= ñar dentro de la academia el giro que se vivía en las políticas públicas, el discurso y la reorganización de las economías. En los países de la OTAN esto operó por la vía de un redireccionamiento de los fondos destinados a la investigación (Gillies, 2012). Mientras que en nuestros paíse= s el sufrimiento fue descarnado a través de la persecución política, censura, desapariciones físicas y cierre de instituciones. Proyectos ambiciosos de debate científico, como la carrera de Economía Política de la Universidad Nacional del S= ur, en 1972, fueron abortados por la fuerza.[1]
Sin embargo, tra= tando de esconder el efecto de la imposición, se difundió fuertemen= te la idea de que la ciencia económica avanzaba según preve&iacu= te;a el esquema popperiano, y que la escuela neoclásica dominaba la escena por virtud de su resistencia a las críticas, superando a otras escue= las. A esta “epistemología del triunfo” (muy discutida dentro= de las ciencias sociales, ver por ejemplo Schuster, 2004), se le suma la existencia de intensos debates al interior de la escuela.
En el seno mismo= de la academia estadounidense, la ortodoxa American Economic Association cre&oacu= te; una comisión en el año 1988 para analizar los planes de estud= io de postgrado en economía, y llegó a la conclusión de q= ue allí se producían “generaciones de economistas, idiot savants, muy versados en técnicas pero inocentes de los hechos económicos reales”= ;. La comisión señaló que la falta de estudios en histori= a, geografía o filosofía, así como la escasa lectura de autores clásicos, había transformado la teoría económica en una rama de las matemáticas aplicadas. En Inglat= erra e Irlanda, el descontento con el sesgo neoclásico de la Royal Econom= ic Society propició la fundación en 1993 de la Confederaci&oacut= e;n Internacional de Asociaciones por el Pluralismo en Economía (ICAPE) = para impulsar la pluralidad en est= a rama de la Ciencia Social. En 1999, apareció la Asociación para una Economía Heterodoxa co= n el objetivo de fomentar las miradas alternativas en esta disciplina.
A comienzos del = siglo XXI, Reclamos similares en Francia y España dieron lugar al grupo de Economía Post-Autista, que se transformó luego en la Asociación de Economía del Mundo Real. Buscando impulsar una ciencia económica a la altura de los desafíos regionales, se fundó en 2005 la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico (SEPLA) en la Universidad Naci= onal Autónoma de México. = En octubre de este año se realiza en la misma universidad un Encuentro = con motivo del décimo aniversario.[2] Nuestra Sociedad de Economía Crítica (SEC) forma parte de SEPLA, junto a organizaciones hermanas de la región.
El estallido de = la crisis mundial puso este debate candente sobre la mesa. La propia reina Isa= bel fue la que se ofuscó por la incapacidad de sus economistas leales de predecir la crisis. El Banco de Inglaterra propició una serie de conferencias y seminarios para discutir qué estaba mal con la formación de economistas, aludiendo una incapacidad de analizar la realidad (Coyle, 2013). La crisis vino a emplazar, una vez más, la noción de un sistema de organización de la producción que, a diferencia de lectura de crecimiento económico y convergencia a un equilibrio estable present= e en la corriente principal, se encuentra impulsado por la competencia anárquica por el lucro (Shaikh, 2008), un proceso turbulento con ganadores y perdedores que afecta a países y regiones enteras. Y una= vez más, el herramental neoclásico no ha sabido explicar este fenómeno. De manera explícita o implícita, desde la economía clásica se toma por válida la Ley de Say: a= una venta sigue invariablemente una compra por igual cantidad, por lo que la circulación no se interrumpe, y así se cierra buena parte de = los caminos a una teoría de la crisis. Como resultado, sus contribucione= s a la materia fueron fragmentarias, inconexas y de escaso valor permanente (Sweezy, 1974).
Una aparente contradicción se manifiesta entre el escenario de crisis global junto con la imposibilidad teórica de abarcar el fenómeno por parte= de la ortodoxia, y el mapa actual de investigación y docencia en el mun= do, donde las principales líneas de investigación y programas de estudio, reproducen y amplifican de manera prácticamente excluyente,= las preguntas y respuestas de la teoría neoclásica. Sus propios debates han dominado la escena de la explicación de la crisis. De mo= do esquemático, Thomas Palley (2008) y Alejandro Nadal (2009) han señalado la visibilidad de las disputas entre los neoclásicos Chicago –fervientes creyentes de la adecuación al mundo real de los mercados competitivos- y los neoclásicos del MIT, Harvard, Princ= eton y Stanford –que reconocen fallas de mercado, y aceptan algunas formas= de intervención estatal. En la primera columna, popularizados como “de agua dulce” por la cercanía a los grandes lagos, se ubican referentes como Friedman, Lucas, Sargent, Barro o Fama; y en la segunda, los “de agua salada”, tenemos a Krugman, Stiglitz, Blanchard, Mankiw o Strauss-Kah= n, por mencionar algunos nombres. Algunos autores mostraron cómo ese debate re-emergió a partir de 2008, confundiendo un intercambio de ideas más amplio con un angosto rango= de opciones (Farrell y Quiggin, 2011).
La desorientación mayúscula ha tenido dentro de la propia escuela hegemónica una reacción, creando el Institute for New Economic Thinking (con el apo= yo de premios Nóbel y reconocidos académicos) y el Core Proyect, para buscar propuestas de cambio dentro de la misma tradición. El Gr= upo de Manchester tomó la preocupación y llamó con una propuesta plural a conformar una organización internacional, dando origen en 2014 a la Iniciativa Internacional de Estudiantes por el Pluralis= mo en Economía (ISIPE), de la cual nuestra SEC forma parte. En total, participan unas 82 organizaci= ones de estudiantes y académicos de más de 30 países.
En Argentina y
Uruguay, distintos colectivos de la SEC vienen impulsando el debate desde h=
ace
años. El documento ela=
borado
en el año 2010 “Por un cambio en la formación en
Economía”,
El presente dossier bus= ca continuar y profundizar esta línea directriz. Modificar el estado ac= tual de las cosas no es meramente una cuestión académica sino que requiere revertir el escenario de poder en los organismos de investigación y enseñanza en particular y en la sociedad en general. Porque como se señala en el cierre del mencionado documento, “Somos conscientes de que nuestra mirada a los problemas (presentes e= n el plan de estudios) es una mirada que implica una opción políti= ca por los sectores desfavorecidos de la sociedad, y lo hacemos explíci= to. La universidad pública pertenece a la sociedad, creemos posible camb= iar ambas, y tratamos de hacer en tal sentido”. Este número de Cuadernos de Economía Crítica llega para propiciar el debate,= en el marco de las VIII Jornadas de Economía Crítica, que se desarrollarán entre el 3 y el 5 de septiembre en la Universidad de Río Cuarto, de Argentina.
Referencias
Andrieu, J., Bur=
aschi,
S., Costantino, A., Eliosoff, M.J., Erro, M., Fernández Massi, M., y=
Levstein,
L. (2014). “¿Qué planes tenemos? Una invitación =
para
repensar los planes de estudio de Economía a partir de dos experienc=
ias
concretas. Cuadernos de Economía
Crítica, 1(1), pp. 127-134.
Coyle, D. (2013),
“The State of Economics and the Education of Economists”, World
Economics Association (WEA) Conferences, No. 2 The economics curriculum: towards a radical reformation, 3 de m=
ayo
al 14 de junio de 2013.
Duménil, G. y Lévy, D. (2007). Crisis y sa= lida de la crisis. Orden y desorden neoliberales. México: FCE.=
Farrell, H. y Quiggin, J. (2011),
“Consensus, Dissensus and Economic Ideas: The Rise and Fall of
Keynesianism During the Economic Crisis”, RSMG Working Paper Series
N° P11_2, The University of Queensland, Brisbane.
Gillies, D. (201=
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“Economics and Research Assessment Systems”, en Economic Thought, Vol. 1, N° 1=
.
Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Akal.
Nadal, A. (2009), “Macroeconomía: ¿de agua dulce o salada?”, La Jornada, 28 de octubre de 2009.
Palley, T. (2008= ), “Sobre ortodoxos y heterodoxos”, en IEco, 7 de febrero de 2008.
Schuster, F. (co=
mp.)
(2004), Popper y las ciencias socia=
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Centro Editores de América Latina, Buenos
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Shaikh, A. (2008= ). Competition and Industrial Rates of Return. En P. Arestis & J. Eatwell, ssues in Finance and Industry: Essa= ys in Honour of Ajit Singh. Palgrave Macmillan, Nueva York.
Sweezy, P. M. (1= 974). Teoría del desarrollo capitalis= ta. Fondo de Cultura Económica, México.
Udry, C. A. (199= 7). “Los orígenes del neoliberalismo”, en Viento Sur, VI(31), pp. 89-94.
[1] En el número 1 de CEC publicamos una intervención dando cuenta de este contexto para dos casos de universidades nacionales, la del Sur y la de Córdoba. Ver Andrieu y otros (2014).
[2] Más información ver
[3] Consultar documento en el sitio web de la SE= C (http://goo.gl/l2gfxP).