PIVA, ADRIÁN, Economía y política en la Argentina kirchnerista, 1.a ed., Buenos Aires: Batalla de ideas, 2015, 288 págs.; 22x15 cm. ISBN: 978-987-33-7439-5
Por Mariano Ducid[1]
Recibido: 14 de abril de 2016
Aprobado: 27 de septiembre de 2016
Economía y política en la Argentina kirchnerista ve la luz en un momento particular de la historia argentina: el fin de un ciclo que ha sido clave en la política, la economía, la cultura y la academia argentinas. Luego de doce años de kirchnerismo, su significado se debate en distintos ámbitos incluidos partidos políticos, organizaciones sociales y populares, y medios de comunicación. Los ámbitos académicos no son ajenos a esta discusión, ni tampoco al contexto social en el que se inserta. El trabajo que reseñamos constituye una valorable contribución en esta dirección, en tanto asume la carga política de las ciencias sociales y sus desarrollos, entendiendo que una perspectiva crítica de lo dado y un compromiso riguroso con la verdad son elementos constitutivos de toda práctica cognitiva que desee aportar a una acción política emancipadora.
El libro de Adrián Piva compila una serie de artículos publicados entre 2006 y 2013 que analizan el período kirchnerista desde distintas aristas. Anclado en una perspectiva marxista, en particular en quienes teorizaron el Estado como Antonio Gramsci y Nicos Poulantzsas, el autor busca una comprensión de los vínculos históricamente establecidos entre modo de acumulación y modo de dominación en la Argentina de la posconvertibilidad.
El libro está estructurado tres secciones. En primer lugar, analiza los vínculos observables entre el modo de acumulación de capital propio de la posconvertibilidad y la lógica de dominación política característica de la etapa. En segundo lugar, investiga las formas que asume el Estado capitalista en la primera década del siglo XXI en la Argentina, recurriendo a un análisis comparado con la que asumió bajo el régimen de acumulación neoliberal. Desde esta perspectiva, la forma del Estado queda dialécticamente entrelazada con el modo de acumulación. Por último, el libro ahonda en lo que, específicamente, constituye el modo de dominación política del período que comienza en 2003.
La hipótesis central sostiene que el kirchnerismo constituyó un proyecto político de recomposición de la legitimidad y del poder político puestos en cuestión durante los años de crisis del neoliberalismo. Dicha recomposición estuvo basada en una estrategia de satisfacción gradual de demandas populares en el marco de la (re)composición del modelo de acumulación y de dominación, y la reconstitución del bloque en el poder. En otras palabras, no existió un proceso de transformación radical de las estructuras económicas e institucionales propias del neoliberalismo.[2]
De este modo, Piva pone en debate una serie de elementos que exceden el análisis particular de un período determinado y refieren a la comprensión de las dinámicas sociales propias de las formaciones capitalistas: construcción de legitimidad y hegemonía, vínculos entre dominación consensual y modelos de acumulación, constitución de bloques de poder, autonomía del Estado. Esta dimensión constituye la interesante riqueza teórica del trabajo.
Asimismo, el autor interpreta a la posconvertibilidad en línea con sus trabajos anteriores[3], como una subetapa de un período más largo que comienza en 1989 y cuyo rasgo característico es una restructuración y reorientación productiva hacia la exportación de bienes industriales de bajo valor agregado en paralelo con un proceso de concentración y extranjerización de la burguesía local. La divisoria de aguas constituida por la crisis de 2001-2002 se derivaría del “bloqueo” que impulsaron las clases subalternas al neoliberalismo a comienzos del siglo XXI, hecho que tuvo enormes consecuencias sobre la articulación entre modos de acumulación y dominación.
La dominación consensual durante la convertibilidad, para Piva, había sido sostenida negativamente, como una “hegemonía débil”. La tesis es sencilla: como medio para obstaculizar el cuestionamiento a su dominación, quienes impulsaron las políticas neoliberales se valieron más de la fragmentación de las clases subalternas que de su dirección moral e intelectual, más de su anulación política que de su incorporación subordinada. En este sentido, la apuesta estratégica de toda dominación se asienta tanto sobre la unificación propia como sobre la fragmentación ajena. Así, la hiperinflación que cerró el período alfonsinista funcionó como fundamento coercitivo del consenso, operando a nivel ideológico como una oscura amenaza solo superable en los estrechos marcos neoliberales. Sin embargo, esta interpretación parece pasar por alto aquellos elementos de una política activa dirigida a generar consenso en torno al proyecto neoliberal, consenso que, como en cualquier proyecto hegemónico, se reafirma a sí mismo recurriendo también a la negación de otro[4]. La nueva coyuntura política abierta en la Argentina a fines del año 2015 refuerzan, a nuestro entender, la necesidad de considerar la importancia de estos elementos de consenso activo construido por los sectores dominantes durante la etapa neoliberal.
El autor sostiene que, en contraste con los años noventa, el kirchnerismo tuvo la tarea de recomponer la dominación cuestionada sobre otras bases de sustentación. Los cambios que resultaron ser producto de la presión ejercida por las clases subalternas en la correlación de fuerzas al interior del bloque en favor del sector productivo y en detrimento de las finanzas y los servicios dentro del poder hicieron coincidir la acumulación de capital con la capacidad de auto-legitimación de dicha acumulación. Aparece así la importancia de la sustentabilidad material de cualquier proceso hegemónico: un contexto internacional favorable y el impulso de una feroz devaluación permitieron un crecimiento económico relativamente veloz que fue capaz de articular aumentos de ganancias con una satisfacción gradual de las demandas populares.
Un elemento para destacar es el análisis de las formas de Estado desarrollada en la segunda parte del libro. La hipótesis central es que, mientras algunos de los principales rasgos del modo de acumulación de los años noventa se mantuvieron, la forma del Estado tendió a transformarse tras el fortalecimiento de la intervención del Poder Ejecutivo Nacional en la conducción de las políticas macroeconómicas y la recomposición del rol del Estado como mediador entre capital y trabajo, con el retorno de las paritarias y la recuperación de la independencia del Poder Judicial. La categoría "forma de Estado" es abordada aquí en función de la distribución interna de poder estatal (entre sus distintos aparatos) y de su distribución externa (funciones asumidas por el Estado y funciones relegadas a la iniciativa privada). En el marco de una interpretación dialéctica de la realidad, esta categoría emerge entre otras aquí mencionadas, las que conforman un andamiaje conceptual que busca desandar comprensiones unilaterales o mecánicas de la relación entre las distintas esferas de la realidad.
En las conclusiones, el autor aborda algunos núcleos problemáticos de la etapa kirchnerista, tales como la inflación, el carácter populista del modo de dominación y el rol de las clases. En cuanto al contrapunto entre kirchnerismo y peronismo, Piva sugiere en la tercera parte una línea de investigación interesante. En ambos casos, el carácter esencial de los procesos fue el intento de reconstruir una dominación cuestionada a partir de la incorporación política de demandas populares hasta entonces excluidas. La diferencia en ambos casos radica en que, en el peronismo clásico, esta implicó dentro del mismo movimiento la constitución de la clase obrera en cuanto identidad política, mientras que el kirchnerismo tuvo la tarea de articular una serie de demandas en un contexto de desarticulación y fragmentación política de la clase trabajadora como fruto del avance neoliberal, lo que el autor llama un proceso de “desproletarización subjetiva”. En esta diferencia residiría una particular dificultad de la experiencia kirchnerista por lograr una estabilidad duradera, basada en una identidad popular sólida y su dependencia mayor respecto de la estrategia de satisfacción gradual de demandas materiales para el sostenimiento del consenso. El trabajo logra con éxito llamar la atención sobre un elemento importante que caracteriza a la recomposición de la dominación durante la última década, aun cuando no es capaz de definir un criterio para medir la dependencia de un proyecto de dominación respecto de una estrategia específica. La hipótesis de la estabilidad de los proyectos, si bien es atractiva, requeriría probablemente un trabajo comparativo más extenso.
A pesar de los aportes señalados, es importante poner en cuestión algunos elementos fundantes del libro. La periodización que retoma de sus trabajos anteriores y la asignación de una importancia fundamental al año 1989 se vuelve algo más controvertida en este trabajo, en el cual el año 2001 no constituye un punto de quiebre de la misma importancia. También el trabajo analiza que la recomposición del consenso durante el período kirchnerista no ha sedimentado en una hegemonía política. Esta polémica tesis se sostiene sobre la idea de que en el período estudiado han emergido una gama de conflictos y movilizaciones con carácter 'antipolítico', que han apelado a la acción directa y que han contado con el respaldo de la oposición parlamentaria, por lo que según el autor no existió siquiera una hegemonía débil. Cabe preguntarnos si es posible limitar la idea de hegemonía a la canalización institucional del conflicto social. ¿No existe hegemonía allí donde no hay una completa satisfacción de demandas? ¿Qué papel juegan en este plano los proyectos de sociedad que superan la mera incorporación de demandas insatisfechas? ¿Con qué criterio se mide la solidez de un proceso hegemónico que, como no puede ser de otra manera, no logrará jamás un consenso absoluto? Estas dificultades observables en el trabajo de Piva exceden las páginas de este libro y forman parte de un desafío ya asumido, pero aún no superado, por operacionalizar uno de los conceptos capitales aportados por la obra de Antonio Gramsci[5]. A nuestro juicio, este trabajo aporta más a reabrir que a concluir el debate sobre los procesos hegemónicos y el papel desempeñado en ellos por el aparato estatal.
En síntesis, tenemos en nuestras manos un libro que propone, desde una perspectiva crítica y socialmente comprometida, una comprensión de un período de la realidad argentina que se encuentra aún en pleno desarrollo. El recurso permanente a categorías y perspectivas desarrolladas por autores como Marx, Gramsci y Poulantzsas para explicar la articulación compleja entre economía y política en la Argentina kirchnerista es un estímulo a la profundización de debates teóricos, científicos y políticos imprescindibles para forjar una interpretación de la realidad que aporte a la transformación de nuestro país.
[1] Licenciado en Sociología. IdIHCS-FaHCE-UNLP//CONICET. Contacto: manuelducid@gmail.com
[2] Rolando Astarita es uno de los autores que comparte esta visión general. El autor polemiza con la perspectiva desarrollada por el grupo de investigación que rodea a Eduardo Basualdo y con otras lecturas que, también desde el marxismo, interpretan la posconvertibilidad como un período de predominio de un modo de acumulación neodesarrollista.
[3] Para la caracterización de 1989 como un punto de inflexión, ver Piva, A. (2012) Acumulación y hegemonía en la Argentina menemista. Buenos Aires: Biblos.
[4] Algunos de estos elementos de consenso durante el menemismo son analizados en Alfredo Pucciarelli (coord.), Los años de Menem: la construcción del orden neoliberal. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2011.
[5] Los trabajos de Javier Balsa (UNQ-CONICET) constituyen una atractiva iniciativa teórica que asume la tarea de proponer modos de operacionalizar los procesos hegemónicos.