Reseña del libro de Jeffrey A, Frieden – “Capitalismo Global: Caída y ascenso en el siglo XX”

 

Alberto Müller

Dir. CESPA – Facultad de Ciencias Económicas – UBA

amulle@infovia.com.ar

Recibido: 17 de julio de 2014

Aceptado: 19 de septiembre de 2014

 

La tesis básica del autor es que los procesos de desarrollo exitosos comportan la incorporación a las corrientes mundiales de comercio y de capitales. Se analizan los dos ciclos de la globalización del Siglo XX (el que culmina en la Primera Guerra Mundial y el que comienza en la Segunda Posguerra). El libro es de lectura recomendable, por la amplitud de tratamiento y el estilo muy ameno. No faltan algunas argumentaciones inconsecuentes; pero en general se lo puede considerar un texto amplio y con poco sesgo, más allá de la tesis básica del autor, quien reconoce la existencia tanto de éxitos como de fracasos.

 

Jeffry Frieden, profesor de la Universidad de Harvard, nos brinda en “Capitalismo global” un abarcador panorama de la historia económica mundial, en el siglo pasado, con eje en los vaivenes de los procesos de integración económica. La escasa presencia del libro en Argentina[1], pero también la amplitud y calidad del texto, justifican una reseña, aunque resulte algo tardía.

Con un prólogo de Paul Kennedy, el libro desarrolla, a lo largo de sus 550 páginas, un relato que se estructura en tres grandes movimientos: la conformación de un mercado mundial de bienes y capitales en los postrimerías del Siglo XIX; la abrupta detención de este proceso por la Primera Guerra Mundial  y la Gran Depresión de 1929 y la posterior preeminencia de tendencias autarquizantes; y finalmente el largo retorno a un mundo integrado en lo comercial y financiero a partir de la Segunda Posguerra.

Esta gran parábola es narrada con detalle por Frieden, cubriendo un amplio espectro geográfico. Aunque con centralidad en Europa Occidental y Estados Unidos, encontramos referencias amplias a áreas como India, Brasil, Tailandia, Sudáfrica, Argentina, Japón y Rusia.

El estilo es ameno, y recurre básicamente a la exposición verbal; no hay tablas numéricas, gráficos o presentaciones sinópticas. Es el relato propio del historiador que busca combinar afirmaciones generales con datos, menciones de casos puntuales e historias ilustrativas.

Un recurso interesante es la presentación de biografías de personajes clave; no se trata de canónicas figuras políticas del siglo, sino de actores que tuvieron un rol relevante en el plano de la economía: Nathan Rotschild, John M. Keynes, Hjalmar Schacht, Dean Acheson, Fernando H. Cardoso.

El autor muestra a lo largo del texto una convicción persistente de que la única vía para la prosperidad capitalista es la integración a los mercados internacionales. Así son las historias exitosas,en ambos ciclos: Argentina, Uruguay, Sur de Brasil, y también Estados Unidos y Canadá, en el ciclo de fines del siglo XIX; China y el Sudeste Asiático (desde Corea hasta Indonesia) en el segundo, pero también algunos países periféricos de Europa Occidental. Señala también la deslocalización de actividades industriales hacia la periferia, en particular hacia el Extremo Oriente.

Contabiliza también los fracasos en acceder a los beneficios de la globalización. En el primer ciclo, trata los casos de China, el Imperio Otomano e India, y atribuye su evolución poco propicia a la acción de elites retardatarias. Sólo subsidiariamente inculpa a los sistemas coloniales, siendo el Congo Belga el caso paradigmático.

En el segundo ciclo, la  lista de países donde no se observan los beneficios que espera de la integración al mercado internacional es nutrida: América Latina, la mayor parte de los países antes pertenecientes al bloque soviético y África. Pero aquí Frieden es bastante más parco en cuanto a qué factores explican este desenlace.

Esta apretada síntesis no hace justicia para un libro tan extenso y pletórico de información. Pero ella refleja cabalmente cierta linealidad. Su tesis algo maniquea es que el crecimiento solo puede lograrse por la integración: allí donde hubo crecimiento y mayor bienestar, es porque ella se dio.

Su concepto de desarrollo resulta así esquemático. Emplea casi exclusivamente el Producto Interno per Cápita, ignorando por ejemplo si este valor se ve afectado por la presencia de una abundante renta de recursos primarios, y no de una genuina constitución de capacidad productiva basada en la división del trabajo y la tecnología. Es así como compara países a la luz de este indicador solitario, sin muchos miramientos.Por ejemplo, señala que Argentina y Chile tenían en 1950 un Producto per Cápita superior al de Alemania Occidental y Francia, lo que deja la sensación de que los dos países latinoamericanos perdieron una oportunidad, por no haber optado por la integración al mercado internacional; pero es obvio que la densidad de los tejidos productivos y tecnológicos son claramente diferentes.

La única fuente de cálculo de este indicador es el trabajo de Angus Maddison para la OCDE, sin consideración alguna acerca de las variaciones de precios relativos (el año base es 1991); no vemos advertencias referidas al uso de series muy largas, ni tampoco a que hasta la Segunda Posguerra no existía el cálculo sistemático y bajo metodologías uniformes de los agregados macroeconómicos, lo que limita la confiabilidad de las cifras anteriores a ese período.

Esta linealidad no le impidea Frieden incurrir en entusiasmos por determinados procesos, para luego concluir que ellos no han tenido éxito, sin que exista un hilo conductor.Por ejemplo, ensalza la evolución del bloque soviético, para luego afirmar que el fracaso era inevitable. O pondera la figura de Fernando Henrique Cardoso, el “sociólogo marxista” que lidera el fin de la industrialización cerrada de Brasil; pero luego no duda en afirmar que América Latina no tuvo éxito en el ciclo posterior a aquélla, con excepción de Chile.

Hay cierta parcialidad en los juicios que el autor emite. Así, destaca críticamente que la industrialización en Brasil se tradujo en una creciente desigualdad social; pero omite este tema en el caso “exitoso” de Chile, cuyos indicadores de desigualdad son comparables.

No faltan tampoco algunas lecturas dudosas de los propios datos. Un caso se refiere a España. Según el autor, fue la apertura posterior al franquismo la que viabilizó la gran expansión económica a través de la integración económica con Europa. Sin embargo, las cifras de Maddison muestran lo contrario: fue durante el período 1950-1980 cuando España creció a mayor ritmo.

El libro tiene de todas formas aspectos destacables. Por lo pronto, aporta información muy interesante, referida a los posicionamientos de diversos actores.

Al analizar la figura de Fernando H. Cardoso, reproduce una declaración de éste en favor de la apertura económica, que arguye que “Brasil corre el riesgo de convertirse en una gran Camboya”. Pocas frases pueden ilustrar tan cabalmente el tirar por la borda de un proyecto que, con todas sus deficiencias, supo darle un posicionamiento internacional a Brasil. La denostada industrialización sustitutiva le permitió un crecimiento promedio de 6,8% (Angus Maddison dixit) en los 30 años anteriores a 1950, un desempeño que jamás volvió a ocurrir.

Otro ejemplo es la siguiente afirmación en los ’80 de Walter Wriston, del Citibank, referida al rol que se asigna asi misma la banca en el control de las políticas económicas: “El patrón oro (…) reemplazado por el patrón cambio oro, y que había sido reemplazado por los mecanismos de Bretton Woods, ha sido ahora reemplazado por el patrón información (information standard). El dinero sólo fluye allí donde es requerido, y solo se queda donde es bien tratado, y una vez que el mundo se encuentra vinculado por las telecomunicaciones y la información, el juego ha concluido. El patrón información es más draconiano que cualquier patrón oro. Se piensa que el patrón oro era duro. Pero bastaba con renunciar al patrón oro; ya lo hemos comprobado. No se puede renunciar al patrón información, y éste está imponiendo disciplina a los países del mundo” (pág. 402). Una muestra notable de honestidad brutal, con claros ecos en la Argentina de hoy.

Es meritorio el reconocimiento de los fracasos, y su tratamiento con algún detalle. El ejemplo más crudo es el de Rusia, donde ha descendido la esperanza de vida; más allá de su opinión acerca de las causas que llevaron al éxito o al fracaso, el autor no duda en poner sobre la mesa toda una variedad de situaciones. Incluso, es conveniente destacarlo, advierte (en 2006) acerca de la carencia de instrumentos para enfrentar una crisis financiera de alcance mundial, algo que pudimos constatar muy pocos años más tarde.

La amplitud del tratamiento sin duda estimula la reflexión. La descripción que ofrece de los casos exitosos en los dos ciclos globalizadores pone en evidencia importantes diferencias entre ambos. En particular, el primer ciclo tuvo un fuerte componente de producción primaria, e involucró el desplazamiento de grandes masas de migrantes europeos. De hecho, los casos exitosos en parte pueden ser entendidos como réplicas del capitalismo europeo en territorios poco poblados; no es casual que los fracasos de la primera globalización hayan ocurrido allí donde había población preexistente en cantidades apreciables.

El segundo ciclo en cambio muestra una decidida prevalencia del sector industrial; pero el autor nada nos dice al respecto.Chile es más bien una excepción, y se parece más a una suerte de aprovechamiento tardío de ventajas comparativas tradicionales, eventualmente apoyadas por innovaciones tecnológicas.

En cuanto al alcance de los casos exitosos, ellos parecen abarcar una proporción baja de países y poblaciones; esta proporción es ya mayor en el segundo ciclo, pero también coexiste con fracasos más rotundos, como son los de los países ex - soviéticos y África, y en menor medida América Latina. Esto deja la percepción de que los éxitos son más la excepción que la regla. La mirada de Frieden, propia de los países centrales, tiende a concebir el éxito en el desarrollo capitalista como lo “natural”. La perspectiva desde los países periféricos es seguramente más matizada, porque los fracasos y retrocesos abundan más que los éxitos.

En definitiva: el libro tiene la virtud de aportar una visión amplia y a la vez amena de lo ocurrido a lo largo básicamente del siglo XX, pero con un eje primario en los procesos de desarrollo y globalización. No es una “historia integral”, sino un relato orientado por un propósito claro; así debe ser encarado. Bajo esta premisa, el libro aporta puntos de vista en parte conocidos, pero tiene el mérito de ordenar el relato de una forma atractiva; y, más allá de alguna “oscilación” como las que se han señalado aquí, no puede ser considerado como un ensayo encomiástico o tendencioso. Imprescindible, quizás no; pero seguramente provocador e interesante.

Bibliografía

Jeffrey A, Frieden (2006). “Global Capitalism: its Fall and  Rise in the Twentieth Centruy”W. W. Norton & Company – New York

 



[1] Existe traducción al español, no disponible en Argentina (Jeffry A. Frieden–“Capitalismo Global. El trasfondo económico de la historia del siglo XX“- Barcelona, Editorial Crítica, 2007).